miércoles, 10 de noviembre de 2010

Sonambulismo



Los días y las semanas pasaban y volaban frente a ti, gritaban tu nombre para intentar detenerte, susurrarte algo al oído, darte una sacudida, un par de cachetadas y hasta empaparte con un balde de gélida agua. A eso se le habría llamado favor, no insolencia (de ningún modo) Lamentablemente para tus desdichas y las mías, nada de eso ocurrió, pues tu sordera y ceguera quedaron presas dentro de la superflua sonrisa de tu rostro. Reflejadas en el esmalte de tus dientes, atrapadas por esas rejas de marfil, silenciadas por tu crimen guardado en el fondo del iceberg.

¿Por qué un artesano fuerza cambiar el destino de su vasija si el sentimiento ya está inserto en la masa? ¡Cuánto mal hay al intentar deformar una escultura! Más terrible es ver como el espectador da cuenta de la falsedad que artista tiene con su obra. Su creación no vislumbra ni un vaho de su ser ¿Aún crees que nos engañas?

Y mientras transcurre el debate yo me contento con columpiar esta levedad sumida en mis ojos sin fondo ni luz, un interminable túnel de carbón.

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